Visitar el noroeste argentino es transitar por nuestro cancionero folclórico . Cada pueblo es una chacarera, una zamba o un bailecito. Cada personaje reanima la poética viva en nuestras canciones populares.
Sensiblemente, a medida que se avanza en el itinerario hacia los pueblos más altos sobre el nivel del mar, uno va sumergiéndose al mismo tiempo en un encanto muy dificil de explicar... un embrujo que no sólo te invade en Carnaval.
Los paisajes tan escenográficos, en contraste con las construcciones tan sencillas, las gentes y sus músicas arman un ensamble mágico e inspirador.
Observar, caminar, danzar, cantar, siempre con el corazón en la mano y la emoción a flor de piel.
Compartir con lugareños es lo más sorprendente. Estilos de vida tan apaciguados.
La charla amena o un relato sencillo, lentamente te transporta una y otra vez a tiempos ancestrales.
Da tranquilidad saber que hay guardianes de aquellos antepasados. Están a resguardo, en cada uno de los habitantes que transitan todos sus días entre cardones, piedras y coplas.